Sierra de Líbar, espacio y frontera natural entre las provincias de Cádiz y Málaga.
MALAGADITANÍA: Espacio geográfico nuevo, entre lo real y lo soñado, creado por F. Ruiz y F.J. Rodríguez, que engloba la esencia paisajística, histórica y etnológica común de la tierra malagueña y gaditana, unidas en una sola geografía compartida.

CAMINERIA:

Suma de los elementos que componen el camino, el caminante y su entorno.

Estudio de las vías de comunicación, de su relación con el entorno geográfico y social y con los itinerarios físicos, históricos, económicos, culturales y literarios.
Definición del II Congreso Internacional de Caminería Hispánica (Año de 1994).

Si a estas ideas les añadimos las de patrimonio público y entorno medioambiental a defender y difundir podíamos tener un concepto aglutinador de enorme atractivo general y portador de grandes posibilidades en la defensa y puesta en valor de nuestra herencia ancestral...

LA RUTA DE LOS 7 TEMPLOS

Próximamente os invitamos a descubrir una ruta mágica llena de encantos naturales, de fuerzas telúricas y restos del pasado sorprendentes llenos de misterio y leyenda...La Ruta de los 7 templos, un antiguo periplo costero de más de 2.500 años de antiguedad.
http://ruta7templos.blogspot.com















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viernes, 19 de diciembre de 2008

...Y al sur Jimena


Este sugestivo título, "...Y al sur Jimena", no es mío. Se me ha ocurrido tomarlo prestado de un libro que se editó hace ya unos años, en formato grande, con múltiples fotográfias y textos del recordado Fernando Quiñones, en la que se mostraban las bellezas que este rincón de la geografía gaditana esconde en su término, linde ya con la frontera malagueña, frontera sólo ficticia, para ser impresa en los mapas, pero que se muestra sin solución de ruptura paisajística, en las impresionantes panorámicas de las moles de la cercana serranía de Ronda que podemos ver desde el pueblo y aún de forma más impactante, desde lo alto de la fortaleza que corona el blanco caserío de Jimena.

Jimena, Jimena de la frontera, pues el hombre se empeña en poner fronteras donde no las hay, se encuentra enclavado por su ubicación y entorno en la serranía del Aljibe y parque natural de Los Alcornocales. Desde muy antiguo desde la propia prehistoria, es un lugar estratégico por su situación, muy cercana al estrecho. Allí se han encontrado las primeras pinturas rupestres que nos cuentan el contacto directo entre gentes venidas por mar del otro lado del Mediterráneo y la cultura autóctona de nuestras tierras y que son conocidas como las pinturas de la Laja Alta. Pero es en lo alto del monte que cobija con su silueta al actual caserío, donde mejor hoy apreciamos la secuencia histórica de Jimena, que hunde sus raices muy atrás en la historia.

Allí arriba, las ruinas del castillo ocupan prácticamente toda la superficie amesetada de la loma, mientras por la parte de atrás del mismo, discurre el río Horgazganta formando un hermoso tajo virgen, pleno de vegetación y roquedades naturales. Fué aquí donde el prehistoriador alemán Uwe Topper localiza un par de cuevas rupestres con pinturas asignadas a la misma época de las de la Laja Alta y donde también, el alemán investiga visualmente estructuras talladas en la roca que igualmente asigna a la época de las pinturas, la Edad del Bronce. Todo ello lo refleja detalladamente en su libro "El Arte rupestre en la provincia de Cádiz", por desgracia, hoy superagotado. No vi las pinturas pese a que las busqué, pero si vi las estructuras talladas en la roca de las que hablaré más adelante.

Hacía tiempo que tenias muchas ganas de visitar todo aquello junto con el cercano conjunto de Castellar viejo y no fué hasta el año pasado que no me surgío por fin verdaderamente la oportunidad.

Alejandro, un joven arqueólogo de la Universidad de Jaén y con ámplia trayectoria investigadora en Italia, ya que su especialidad es el mundo romano, en una de sus esporádicas visitas durante el año a Cádiz me dijo que iba a estar unos días por aquí, así que, me invitó a que fuera pensando en una escapada a realizar para uno de esos días.

Cuando me reuní nuevamente con él, le propuse que fueramos a visitar conjuntamente las poblaciones de Jimena y de Castellar, puesto que ambas guardaban como tesoros a descubrir, sendos conjuntos fortificados de la Edad Media que presentaban aún una imagen poderosa pese a los siglos transcurridos y los avatares del destino. También aparte de ello, podriamos echar un vistazo a algunas pinturas rupestres de la zona, ya con cierto renombre, como la mencionada de la Laja Alta y alguna cosillas más a vislumbrar en el paisaje.

Creo que la elección de ese día no pudo ser más acertada, puesto que satisfizo ampliamente todas nuestras expectativas. Jimena y Castellar, supusieron un descubrimiento que superó con creces todas nuestras expectativas previas. Castellar lo dejaré para otra ocasión, para ahora centrarme en Jimena que es lo que nos ocupa describir y descubrir a ti, paciente lector de estas palabras. No quiero extenderme en demasía para no cansar, pero si que no puedo dejar de contar lo más sucintamente posible las impresiones de dicha visita al castillo de Jimena y sus alrededores.
Llegamos, no sin antes habernos equivocado de ruta, por fin al pueblo. Atravesamos su caserio, siempre en dirección ascendente, con nuestro Ford Fiesta conducido por Alejandro, hasta llegar a la pequeña explanada a los pies de la fortaleza y que le sirve de provisional parking. Dejamos el coche aparcado y subimos una pequeña rampa que nos condujo hasta la entrada del recinto. Una soberbia puerta de piedra, con altos arcos dobles de medio punto y torre anexa llamada Torre del Reloj, fué el umbral que tuvimos que traspasar y que nos invitaba a descubrir sus encantos.

Por encima de nuestras cabezas se veian grandes lápidas escritas en latín, apenas ininteligibles por la altura, el paso de los siglos y las inclemencias climáticas ( también porque nuestro latín esta ya algo obsoleto en nuestra memoria ). Reliquias de tiempos romanos que han sido debidademente rehutilizadas en la muralla en la época medieval. Pero esta extensa fortaleza que hoy vemos no es una simple fortaleza medieval más o menos bien conservada y de hermosas vistas. El propio castillo y todo su terreno circundante es el asiento primitivo fundacional de la propia Jimena, que nos lleva en sus estratos más profundos a tiempos prehistóricos.

Aparte de los posibles restos de la Edad del Bronce, sus pinturas rupestres y sus estructuras talladas en la roca asignadas por Topper a dicha época, lo que si podemos afirmar con seguridad que esta zona es el asentamiento del primitivo oppidum ibérico de Oba, término de la lengua ibérica primitiva parece relacionarse con el agua, no olvidemos el río Horgazganta y su tajo que abajo discurre a los pies de la fortaleza.
Oba es el origen del actual pueblo, y a partir de ahí comienza su verdadera existencia. Algunos rastros de la primitiva Oba son perceptibles en nuestro paseo escudriñando los rincones más escondidos del mismo. En tiempos en que la romanización empiezan a ejercer su influencia, el primitivo oppidum pasa ser denominado por los romanos como "República obensis" y adjucación jurídica de carácter latino, que a grosso modo y para quien pudiera no saberlo, vendría a ser algo así como una ciudadanía romana de segundo clase que se otorgaba a ciertas ciudades, confiriéndole así una serie de privilegios.
La historia de la fortaleza no caerá en el olvido cuando el imperio caiga, sino que los sucesores de los romanos, los bizantinos toman el relevo haciendo de dicho lugar uno de sus estratégicas posiciones. Sus tropas, venidas desde la lejana Constantinopla, ahora capital del imperio de oriente, harán de ella una plaza fuerte de su Spania bizantina y así, gracias a su situación cercana al estrecho les permitirá el control de ambas orillas del estrecho.
De los años plenamente medievales en los que almorávides, almohades, benimerines, granadinos y castellanos se van suplantando en estas tierras, es lo que en mayor medida podemos disfrutar en nuestro recorrido por todo el agradable y bonito entorno del castillo. La fortaleza tendría un último protagonismo militar en momentos ya más tardíos, en plena Guerra de la Independencia.
Hasta aquí este sucinto repaso a la historia de la fortaleza, que es a la misma vez un repaso a la propia historia de Jimena, pero antes de terminar, no quiero dejar pasar de mencionar un último rincón de la misma dejado para el final por su indudable interés.
No eramos los únicos visitantes ese día del recinto, sino que a lo largo de la explanada se veian otros pequeños grupos de gentes interesados en un rincón concreto del mismo, pero mientras que todos ellos se limitaban a hacer su recorrido a lo largo del recinto, nosotros dejandonos llevar por nuestra emoción de descubrir nuevas perspectivas y rincones, nos adentramos en un pequeño sendero semiolvidado que nos llevo a descubrir la pequeña joya que andabamos buscando.
En un recodo, por fin, de dicho sendero, encontramos las primeras huellas de trabajos de labra en el monte sobre los peñascos, que como monolitos, sobresalian de entre la espesura circundante. Nos encaramos a ellos como autenticos monos, agarrándonos con pies y manos a la roca. Llevados por la emoción fuimos conscientes de que aquello que veíamos al fin, eran los restos de una iglesia rupestre de tiempos visigotico-mozárabes.
Sin duda alguna, pensamos que estos restos los mismos en los que Topper creyo ver una especie de poblado rupestre prehistórico, guiado naturalmente por su interés por todo lo relacionado con las pinturas esquemáticas de la Edad del Bronce, pero lo cierto es que estos restos, conocidos por la gente como El Baño de la Mora, son los hermosos y singulares restos de una pequeña iglesia y eremitorio rupestre de los tiempo ya aludidos hace un momento. Tiempo en que Omar Ben Hafsum, rebelde al califato de Córdoba de Abderramán III, para algunos, el "primer bandolero andaluz", era el verdadero señor de todas estas tierras desde su inxpugnable cuartel general de Bobastro en la cercana Ronda. De hecho, esta iglesia rupestre de Jimena se encuadra en el mismo tipo de la que se puede ver allí en Bobastro y otras de las cercanías igualmente descubiertas. En esta iglesia rupestre de Jimena quisiera hacer hincapié en prestar atención a la fotografía de la explendida y monumental pila bautismal de la misma, tallada sobre un único bloque monolítico, es una maravilla por sí sola...
Texto y fotos: Francisco J. Rodríguez Andrade.
GALERÍA FOTOGRÁFICA:

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Al encuentro con Bobastro y Omar ben Hafsun



Iglesia Mozárabe de Bobastro

En uno de mis asiduos desplazamientos a mi ciudad natal, Málaga, mi sobrino Daniel incansable explorador y gran conocedor de la serranía malagueña, sabiendo de mis gustos y afición por la arqueología y los castillos medievales de nuestra Andalucía, se ofreció a guiarme en pos del impresionante nido de águilas conocido por Bobastro. Celebre enclave para los entendidos en dichas materias por su significación histórica y tristemente olvidado, sino ignorado, para elmún de mis paisanos.

La perspectiva de poder visitar el emblemático e irreductible asentamiento fortificado que puso en jaque a los emires cordobeses de entre los siglos IX y X, la acogí con verdadera alegría, pues a pesar de que soy malagueño como he pregonado en entradas anteriores, circunstancias de la vida me impidieron conocer a fondo mi tierra.

El camino desde Málaga a Las Mesas de Villaverde donde está enclavado Bobastro, término de Ardales, lo hicimos rodando sobre la serpenteante calzada que cruza la rica vega del Guadalhorce, inundada ésta hasta cotas insospechadas, de frondosos naranjales, mandarinos y limoneros. El paisaje no podía ser más bello, aromático y provechoso.

En una de sus típicas ventas a pié de carretera decidimos hacer un alto para saborear un café, y mi sobrino un sumo de fruta acompañados de monumentales rebanadas de pan “cateto” rebosantes de manteca “colorá” veteada de requemado asiento. Todo un reto para mi arcaico estómago y para el maldito índice de colesterol, como en otras ocasiones he señalado. Pero quién se sustrae al colorido aroma de aquellas rusticas tostadas. ¡Total, un día es un día! Me dije.

Continuando la marcha hacia nuestro principal objetivo, tras superar una cerradísima curva, nos vimos en la perentoria obligación de olvidarnos momentáneamente de nuestro empeño y hacer un pequeño alto. Nos encontrábamos justo delante del Desfiladero de los Gaitanes o garganta del Chorro (de 3 Km. de longitud y hasta 400 metros de altura) por donde discurren hermanados los ríos Turón, Guadalteba y Guadalhorce. Avanzamos a pié hasta un recodo de la carretera y nos abandonamos a su sobrecogedora belleza.

Pero teníamos que continuar y retomamos de nuevo la ruta preestablecida adentrándonos en unos parajes de ensueño, capricho de la naturaleza. Pero describirlos aquí queda fuera de nuestro objetivo.

Al fin, después de una impresionante subida, mi sobrino reclamó mi atención sobre un cartel que anunciaba lo que veníamos buscando, las ruinas arqueológicas de la iglesia mozárabe de Bobastro.

Un poco más adelante, en un minúsculo ensanche de la calzada de montaña carente de arcén, pudimos aparcar nuestro vehículo. Cruzamos al otro lado e iniciamos la ascensión de la ladera por una rustica escalera labrada en la roca, después de ésta continuamos, subiendo unas veces y bajando otras, según nos obligaba una angosta vereda en las que abundaban traicioneros cantos sueltos. Al fin un inesperado ensanche y a continuación los primeros indicios de la actividad humana del siglo décimo. Restos de muros de sillarejos bien conformados aparecían a un lado y otro del camino; más adelante un rótulo indicativo del lugar, “Iglesia mozárabe Bobastro” y un cartel informativo con retazos de historia del lugar y de los hombres que desde allí, guiados por Omar Ben Hafsum, se hicieron grandes, y ofrecieron en sucesivas oleadas férrea resistencia a las huestes de los emires de Córdoba.

La visión de aquellos vestigios arqueológicos cargados de incidentes históricos nos llenó de gozo y nos motivó a lanzarnos con sana avaricia a recorrerlos y tocarlos para sentirlos nuestro a la vez que intentábamos impregnarnos del invisible halo de gloria de aquellos guerreros que los hicieron posible y que con su arrojo y ansias de libertad escribieron una de las páginas más interesantes de nuestro legado andalusí.

Emocionado, cámara digital en mano me dediqué a fotografiar el reportaje que se acompaña.

Texto y fotos: Francisco Ruiz Serrano.

GALERÍA FOTOGRÁFICA:

sábado, 13 de diciembre de 2008

Parauta, cuna de Omar ben Hafsun "bandolero" andalusí


Dispuestos a hacer materialmente visible la afinidad existente entre Cádiz y Málaga emprendimos la ardua tarea de encontrar un colaborador en esta última ciudad, y como más vale malo conocido que bueno por conocer, nos decidimos por un primo mío que reside en dicha localidad (perdona primo, lo del refrán es broma). Sabíamos de su afición por explorar la Axarquía malagueña y pensamos que sería un buen copartícipe para nuestro proyecto. De hecho, sin saberlo, Salvador Mira, mi primo, ya ha hecho sus primeros pinitos en el Blog. En los primeros contactos por correo electrónico nos facilito unas imágenes tomadas por él en un viaje casual a la interesantísima localidad malagueña de Parauta. A la vista de dichas imágenes nos interesamos por dicho pueblo a fin de saciar nuestra curiosidad, pues a pesar que el que suscribe es malagueño, era la primera vez que tenía conocimiento de su existencia y lo mismo mi gaditano amigo Francisco José. Ahora, al menos conocemos lo más esencial, que está situado en la vertiente sur de la Sierra del Oreganal, y que su término municipal se adentra en el Parque Natural de la Sierra de las Nieves.
También que es uno de los muchos pueblos blancos de nuestra Andalucía que guardan en el trazado de sus calles estrechas y empinadas, la memoria del pasado andalusí. De hecho a Autha, hoy Parauta se le atribuye el haber sido la cuna de Omar-ben Hafsum, el rebelde caudillo muladí pesadilla de los califas Omeyas entre los siglos IX y X; aunque otros opinan que éste disidente de la época nació en la paisana localidad de Iznate.

Textos: Francisco Ruiz Serrano.
Fotos: Salvador Mira.

Galería fotográfica: http://picasaweb.google.es/Fruizse/Parauta#slideshow

Más información sobre Omar Ben Hafsun: http://es.wikipedia.org/wiki/Omar_ibn_Hafsún

viernes, 12 de diciembre de 2008

Subida al "oppidum" ibero-romano de Ocurri


Un Antonio, dos Franciscos y un Alejandro campeando libremente por la anchurosa Hispania Ulterior. Para no pecar de exagerado, mejor decir que recorriendo las calzadas del conventus gaditanus. Podría ser el subtítulo de esta..., llamémosle historia de modernos exploradores descendientes, quiero imaginar, de aquellos hispano-romanos que nos precedieron. Ocurrió..., y esta palabra nada tiene que ver con el título de la presente narración,...que en uno de esos días de finales de invierno en que el sol y los grandes nubarrones dominaban a la limón nuestra doméstica porción de bóveda celeste, los cuatro amigos nombrados abandonábamos, a bordo de uno de nuestros autos, a la antigua Gades con el estómago vacío y a hora muy temprana por aquello de sacar el máximo partido a la jornada.

Pero aquella no era una salida imprevista, ésta había sido planeada meses antes a fin de que se diera la circunstancia de disponer de un día puente. Tal era el día en que emprendimos la marcha resueltos a hacerle una visita al olvidado oppidum ibero- romano de Ocurri, ubicado éste en tierras de Ubrique, y más en concreto en el Salto de la Mora.Digo en favor de las actuales autovías, que éstas nada tienen que envidiar a las desaparecidas calzadas romanas que comunicaban todo el imperio con la mismísima Roma.

Nuestro auto conducido por el joven arqueólogo Alejandro, volaba por el tramo de autopista Cádiz –Jerez y la autovía Jerez-Los barrios casi sin posar los neumáticos por el asfalto, comprendan que exagero, no se lo vaya a tomar en serio algún agente de la DGT. Lo que pretendo decir con esta explicación es que el viaje por estas nuevas vías además de resultar agradable, es razonablemente rápido y seguro.

Al rebasar la ciudad de Arcos nos desviamos hacia la antigua carretera que pasando sobre la presa del pantano del mismo nombre habría de conducirnos hasta la población de Ubrique.Creo recordar que comenté que esa mañana no habíamos probado bocado. Pues bien, una vez rebasado el pantano, nuestro común amigo Alejandro tuvo la feliz idea de que ya era hora de remediarlo.

-Paco..., tú que conoces estos parajes... ¿Dónde podríamos desayunar? –me preguntó de improviso.

-Creo que la única venta que hay de aquí hasta las proximidades de El Bosque la encontraremos a un par de kilómetros de aquí –respondí sabiamente.

Pero no fue así. Cuando partiendo de ese preciso instante llevábamos recorridos más o menos un centenar de metros, observé con estupor que la venta anunciada estaba ya a nuestra derecha.

-¡Es aquí! –se me ocurrió decir al ver que estábamos a punto de sobrepasarla.

Repentinamente, a la vez que sentíamos una fuerte sacudida debido a la inercia de nuestros sorprendidos cuerpos, se inundaron nuestros sentidos del desconcertante chirrido del frenazo ocasionado en ese instante y del acre olor a goma quemada que inundó inmediatamente el oxigenado ambiente. El avispado y hábil conductor frenó guiado más por el vacío de su estómago que por los dictados de la prudencia. Y sin más, una vez que los de delante nos quitamos de encima a los de atrás (a Paco, en unos de sus habituales despistes, se le olvida que él es de los de atrás y no de los de adelante, jeje...inciso corrector).

Volviendo a la normalidad giramos hacia la venta dejando sobre el asfalto la negra huella de nuestro paso.Una vez dentro del local apreciamos que en ella concurrían los consabidos tópicos habidos en las habituales ventas de carreteras. Abigarrado su interior de carteles de eventos flamencos, romerías del lugar, corridas de toros..., anuncios de venta de pan de campo, chacinas ibéricas, pastelería artesana..., expositores con DVDs de Cantaores flamencos, canción española, “pelisXXX..., vitrinas repletas de tarros con miel de abejas, terrinas con lomo en manteca, zurrapilla, manteca “colorá”..., navajas de mil tamaños y hechuras, cerámica artesanal..., y un imponente mostrador a lo largo de la sala, con sudorosos jamones colgando en gran número sobre él a más de numerosas sartas de llorosos chorizos, morcillas y morcones. Podríamos aventurar que en aquella venta había de todo lo que un caminante extraviado, hambriento y de niveles bajo en colesterol pudiera desear.

Se nos acercó el camarero y como éramos cuatro, pedimos cuatro consumiciones diferentes: Un “cortao”, un descafeinado de máquina, un “manchao” y un zumo de fruta. Y para comer, dos tostadas con aceite de oliva, una con zurrapilla y un pastel de hojaldre. Si nos hubiese acompañado nuestro otro amigo común llamado también Antonio, habría pedido un bio-fruta y una palmera cubierta de yema. Total ¿Por qué no ser diferentes?. Con los estómagos entrados en calor, continuamos nuestro camino derechos hacia Ubrique, conviene aclarar que derecho, derecho no, porque ese camino, a pesar de estar recién remodelado está provisto de abundantes curvas.

El Salto de la Mora y por consiguiente el yacimiento de la ciudad de Ocurri, lo encontramos a menos de un kilómetro rebasando la gasolinera y desviando nuestra ruta hacia la vecina población de Benaocaz. A dicha altura lo anunciaba un cartel de la Junta de Andalucía.Nos adentramos por el carril indicado y acomodamos nuestro auto en el aparcamiento dispuesto junto a las instalaciones de recreo y de información del citado yacimiento.

Medio entumecidas nuestras articulaciones por el largo viaje pero a la vez contentos de encontrarnos a las puertas de la ciudad ibero-romana que tan ilusionados veníamos buscando, dirigimos nuestros pasos hacia la citada ventanilla de información. Ésta se encontraba cerrada, cosa muy normal en esta bendita tierra. ¡Para qué abrir, si aquí no se acerca nadie! --Supongo pensarían los responsables del yacimiento.

Un tanto defraudados por el chasco, recorrimos la cerca protectora del lugar con intención de encontrar una forma honrosa de traspasarla que no se asemejara al acuciante salto de la barrera del torero. Pero no, ese día los olvidados y aburridos Dioses del Olimpo obraron en nuestro favor, el cerrojo de la cancela de entrada no tenía candado. Lo corrimos con cuidado y nos aventuramos por la serpenteante vereda que nos habría de conducir hasta la mismísima Ocurri.

Para nuestra sorpresa comprobamos que dicho camino se encontraba todo lo bien acondicionado que a los jornaleros les debió permitir la frondosa, abrupta y empinada ladera del llamado Salto de la Mora. Tal era así, que entre soplidos y algún que otro resoplido de nuestra parte, nos atrevimos a bromear al respecto. ¿A quien se le “Ocurri-ría ” fundar una urbe romana a tamaña altura? –señalo como ejemplo para no cansar.

Durante la subida no tropezamos con ningún ser humano, aunque sí lo hicimos con un que otro roedor de largas orejas y nariz inquieta. Tan huidizos que fue del todo imposible preguntarles cuanto faltaba para la cima. A la vuelta si que nos cruzamos con varias parejas de extranjeros. Si me atrevo a hacer esta afirmación es por que los oí jadear en perfecto ingles. Con todo esto, lo que intento transmitir es que la subida, por lo empinada, resultó un tanto pesada.

Pero ¡Oh! ¡Premio! A poco de arribar a la cima nos maravillamos con una curiosísima edificación cuadrangular construida a base de sillares perfectamente labrados, que resultó ser un antiquísimo mausoleo, según indicaba un deteriorado panel explicativo de cuando aquello lo inaugurara el político de turno. Y algo más arriba, unas cisternas, y más arriba aún, restos de una muralla, y transponiéndola, los restos del foro de la ciudad de Ocurri, y en la cumbre, los restos de unas thermae o therma romanas y sobre estas, una nueva cisterna conservando aún su abovedado techo de cañón.

Mereció la pena subir, pero aún no habíamos finalizado nuestra jornada de subidas, más bien, esto solo había sido un agradable aperitivo,con parada en el alto donde Ocurri duerme solitaria bajo la humedad de las montañas. Desandamos nuestro sinuoso camino y volvimos al auto, con el cual, nos dirigimos de nuevo a Ubrique. Allí aparcamos convenientemente el coche, lo más cerca posible de nuestra nueva ruta, que no era otra que la paulatina ascención por la calzada romano-medieval que nos conduciría desde la propia Ubrique, hasta la contigua población de Benaocaz, pero eso lo relataremos en una próxima entrada...

Texto: Francisco Ruiz Serrano.
Fotos: Francisco J. Rodríguez.

Galería fotográfica:
http://picasaweb.google.es/Fjrandr/CiudadIberoRomanaDeOcurriYCalzadaRomanoMedieval#slideshow